Prince of Persia 2: The Shadow and the Flame





Cuando mi antiguo 286 no daba más de sí lo cambiamos por un PC-486. Pasamos de los 10 Mhz a los 33 o 66 Mhz que podía dar de sí el nuevo ordenador. En cuanto a memoria también ganamos ya que pasamos de 1 Mb (sí, habéis leido bien un triste mega) a tener 32 de memoria RAM y en disco duro de 50 megas dimos el salto a las 256. Y como novedad, también importante es que teníamos una unidad de CD-Rom, que por aquel entonces estaba en auge. Y además venía con una Soundblaster, el no va más de las tarjetas de sonido de la época.


¿Y en qué se traducía todo esto para nosotros? Pues en el acceso a toda una nueva generación de juegos con mejores gráficos, mejor sonido... como es el caso del que nos ocupa ahora.



La saga de Prince of Persia me ha ido acompañando a lo largo de todos los saltos generacionales en el mundo de los vídeo juegos. Este segundo capítulo, como no me funcionaba en el antiguo ordenador, tenía guardados sus disquettes como oro en paño a la espera de poder verlo algún día en una máquina más potente.



Y por fin ese día llegó, quedé impresionado por los gráficos coloristas y por lo bien que se movía el personaje. Además el hecho de los escenarios al aire libre eran toda una novedad para la saga que nos tenía acostumbrados a la oscuridad de las mazmorras y al enclaustramiento del palacio. En esta ocasión, tras comprobar que el visir había suplantado la identidad del príncipe, nos veíamos obligados a huir por las almenas del castillo hasta el puerto donde nos agarrábamos 'in-extremis' a un barco para escapar.



Tras sobrevivir al naufragio del navío llegábamos a una isla desierta en la que nos internábamos en una cueva donde nos enfrentábamos a múltiples peligros hasta que conseguíamos escapar sobre una alfombra voladora. También visitábamos una ciudad en ruinas donde nos enfrentábamos a cabezas voladoras y montábamos a lomos de un blanco corcel.



Finalmente en la guardia del visir teníamos que hacer frente a complicados combates a espada contra guerreros con máscara de cabeza de águila y que nos hacían la vida imposible.
Y por más que lo intenté solo llegué hasta ahí porque solo teníamos 1 hora de tiempo para realizar todas esas hazañas. Llegué a intentarlo de todas las maneras hasta el punto que me pasaba todas las fases en plan semi-automático pero nada, cuando el tiempo se agotaba ahí estaba yo, parando y dando mandobles a los hombres-águilas en interminables combates.
A pesar de este "pequeño" inconveniente hay que reconocer que es un grandísimo juego y de los mejores del año en el que se publicó (1993).

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