Desventuras en Bici: Albacete-Peñascosa 2013





Hola, ya hace prácticamente un año que hice esta ruta, y creo que es buen momento para recordar todo lo que ese día dio de sí.

La idea era ir al camping de Peñascosa a pasar unos días junto con mi familia, pero yo quería hacer la ruta en bici.

Salí bien temprano (serían sobre las 7 de la mañana sino antes), todavía no había salido el sol y hacía bastante fresco para estar a finales de Junio.
Tomé la Vía Verde (VV) en su comienzo junto a la Fiesta del Árbol y desde ahí mientras me despertaba fui haciendo ruta tranquilamente hasta el descansadero de Santa Ana.

Al llegar a Balazote me llevé la agradable sorpresa que ya no había que salir a carretera para llegar hasta el pueblo y la vía verde llegaba hasta allí. Tras reponer fuerzas con un bocadillo de lomo y un Aquarius en un bar, proseguí ruta sin tener muy claro donde se volvía a retomar la VV.

Siguiendo un poco por la carretera vi el acceso... pero, sorpresa, al inicio de este tramo había un cartel anunciando que la VV estaba cerrada por desprendimientos. Aquí tuve el dilema de si hacer caso a ese aviso y renunciar al plan previsto o no. La verdad es que me fastidiaba bastante tener que llamar para decir que no íbamos. Porque lo de ir de camping nos hacía ilusión. En primera instancia proseguí unos kilómetros por la carretera para ver si había nuevos accesos a la VV, pero no vi ninguno y regresé al punto donde estaba el cartel.
Allí pensé, que ¿por que no? podía seguir un poco hasta llegar a los desprendimientos y allí evaluar si se podían rodear o no.



Al poco de haber retomado el recorrido me topé con las rocas sobre el camino, pero me alegré al comprobar que se podían bordear fácilmente, ¡prueba superada! pensé (iluso).



A partir de ahí subidón de euforia al ver que no se había cancelado el plan de fin de semana y además aderezado por el cambio de paisaje, ya no estaba en el secarral de la recta de Balazote, aquí había vegetación abundante, agua... y el camino estaba más entretenido que nunca, la mejor parte del recorrido sin duda.



Luego empezaron los túneles... Ya sabía que estaban, e iba equipado con luz en la bici (tanto delantera como trasera). Y a ver, no es que sea muy potente, pero he ido de noche regresando de Santa Ana, con poca luna y me han servido. Lo que yo no contaba era con la oscuridad agobiante que me iba a encontrar allí dentro.



Ibas pedaleando con el sol y un poco de calor, pero sensación térmica agradable, de repente llegabas a uno de estos túneles y en cuanto dejabas un poco la entrada atrás ya no veías nada, y comenzaba a hacer un frío impresionante... y encima de vez en cuando te caían gotas de agua que se filtraban desde el techo... Bueno, ver veía algo, un metro por delante de la rueda apenas, así que iba despacio, pensé que si me encontraba algún obstáculo de golpe si iba muy rápido no me iba a dar tiempo a virar/frenar con tan poco margen de visión.

Por suerte había más túneles cortos que largos. Entre ellos me encontré también con una zona inundada que por suerte se podía pasar subido en la bici (no sin ligeros nervios al pensar que pasaría si la rueda se quedase atascada en el barro y me cayese en el agua).



Y cuando afrontaba el último túnel antes de llegar al Jardín (donde tenía previsto hacer la parada al mediodía para comer), llegó la peor parte. El túnel era largo, eso sí, pero el caso es que según me aproximaba a la salida no me parecía ver la luz... y es que la salida estaba medio sepultada entre piedras!!!.



Otra vez estaba allí, como ante el cartel, debatiéndome entre darme la vuelta, o echarle valor (o imprudencia) y trepar aquellas rocas con la bici a cuestas. Pues nada, como la bici no es muy pesada, al ser de aluminio, la enganché con una mano y con la otra la usaba de apoyo para ir escalando de roca en roca. Subir no fue muy complicado, pero bajar lo fue algo más.

Una vez abajo, sano y salvo, pensé... ¡vaya locura!



Llegué al pueblo donde comí y descansé un rato junto al río. Con las horas que eran avancé un poco hasta una chopera y me eché una pequeña siesta para reponer fuerzas.



A partir de ahí el tramo hasta el Robledo, se me hizo algo más pesado, la vegetación ya no era la previa a la del Jardín y cualquier pequeña sombra era de agradecer.
En el Robledo había otra descansadero donde aproveché para tomar otro respiro y comer una barrita de cereales. Ya era el tramo final y se notaba el desgaste de todo el día, el sol, las escaladas...



Justo al pasar este pueblo me asaltaron dudas de si iría bien, pero de vez en cuando me encontraba carteles que me lo confirmaban. La última zona antes de Cortes también tenía paisajes chulos que animaban el recorrido. Algunos túneles más donde había algunos cuervos a la entrada (a lo Resident Evil), pero que tenían iluminación automática según ibas pasando (un lujazo!!) y ya llegué al final de la VV.

Quedaba la ascensión al Santuario de Cortes, que se me hizo como el Via-Crucix cuyas estaciones iba viendo mientras subía. Al llegar arriba otro descanso en la entrada del santuario.



Erróneamente pensé que desde ahí hasta Peñascosa sería un descenso suave, pero nada más lejos de mi preconcebida realidad. Había que seguir subiendo un rato y mis piernas casi no respondían ya. Cuando vi el pueblo de Peñascosa sentí todo un alivio, ¡llegué!.

Al poco llegó mi familia y esa noche después de cenar un montón y beberme como 1 litro y medio de agua dormí la mar de bien en el idílico emplazamiento del camping, después de todo un día de aventura en bici.

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